jueves, 4 de septiembre de 2008

¿Cómo es el camino de la verdad científica en la sociedad?


Introducción

A primera vista, la palabra "verdad" se antoja de significado sencillo y hasta obvio. El Diccionario de la Real Academia la define como "Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas se forma la mente[1]. Conformidad de lo que se dice con lo que se piensa o siente..." Se trata entonces de una forma de relación entre dos términos, que cuando coinciden se califica de "verdadera" y cuando no lo hacen se conoce como "falsa". Además, uno de los dos términos es objetivo ("las cosas" o "lo que se dice") y el otro es subjetivo y está relacionado con el pensamiento y/o las emociones. De acuerdo con la definición lingüística de la palabra "verdad", la definición filosófica del concepto de "verdad" propuesta por Alfred Tarski (1933) con el nombre de "concepto semántico de la verdad", pero que hoy se conoce como la teoría de "la correspondencia con los hechos" de la verdad. En otras palabras, la propiedad designada como "verdad" es la medida en que las proposiciones corresponden a la realidad a la que se refieren.
En vista de lo anterior, parecería aceptable que la polaridad "verdadero- falso" sólo es relevante a las proposiciones cuyo contenido forma parte de la naturaleza, de la realidad empíricamente verificable.
Pero ¿cómo la pregunta como se llega a las verdades científicas que sean reconocidas por todos, es decir por la sociedad?

LA CONCEPCIÓN SOCIAL DE LA VERDAD CIENTÍFICA

Actualmente, el prestigio de la ciencia como garantía de la verdad en lo que se dice es muy grande.
A las proposiciones de carácter científico se les confiere una doble virtud: no sólo son verdadera sino que además lo son de manera permanente e irrefutable. En la misma tesitura, se acepta que la ciencia no admite titubeos o incertidumbres: lo que ya ha sido demostrado científicamente como verdadero es clara y completamente cierto, mientras que lo que aún no ha recibido tal carácter permanece en la profunda oscuridad de lo desconocido. Por lo tanto, puede decirse que, en la opinión del público en general, las verdades científicas son ciertas, permanentes y completas.
“La comunidad esta implicada en el acto, en apariencia solitaria, de pensar significativamente lo real. Esta comunidad de una evidencia básica, constituida por aquello de que se está hablando es condición de posibilidad no sólo de la opinión que resulte verdadera, sino inclusive de la que resulte falsa” (Nicol, 2003, 80).
En cambio, en los medios formados por profesionales de la ciencia, los investigadores aceptan que la verdad científica es solamente probable, transitoria e incompleta.
La permanencia de la verdad científica es otro aspecto en el que difieren la opinión popular y el concepto profesional. El público en general tiene una posición ambivalente al respecto: por un lado, quiere pensar que "ahí afuera" existe una especie de montaña formada por un material purísimo llamado Verdad y que los científicos son como picapedreros que con más o menos esfuerzo logramos obtener fragmentos de distintos tamaños de este material, que conservará su valor y su pureza para siempre; por otro lado, se da cuenta que, a través de la historia, algunas verdades científicas han cedido su lugar a otras, frecuentemente parecidas pero ocasionalmente tan distintas que se diría que son opuestas (no hace demasiados años se aceptaba que las células diploides normales de la especie Homo sapiens tenían 48 cromosomas; en 1956 se demostró, no sin cierto bochorno internacional, que en realidad sólo poseemos 46 cromosomas). Para estos casos, que no son pocos, el público en general ha adoptado el concepto del "progreso", o sea que las verdades científicas pueden pasar de menos a más desarrolladas, siendo al mismo tiempo todas ellas ciertas.
“En el primer nivel de verdad encontramos, pues, aquellas simples manifestaciones de lo real cuya forma más depurada y precisa es concepto. Como el proceso de conceptualización es discursivo, no garantiza de antemano la verdad” (Nicol, 2003, 80).

En cambio, cualquier miembro activo de la comunidad científica que sostuviera la permanencia de la verdad en la ciencia tendría como recepción inicial una sonora y unánime carcajada, seguida (si su postura es persistente) por su marginación completa. Los profesionales de la ciencia saben que una de las propiedades esenciales de sus postulados es su transitoriedad, que los resultados de su trabajo se parecen mucho más a una escalera infinita que a las tablas de Moisés, que cuando postulan una nueva hipótesis para explicar un grupo de fenómenos lo hacen con la convicción de que probablemente es mejor que la vigente, pero que con seguridad, en última instancia, también está equivocada.
“La comunidad de la verdad depende de la comunidad del ser… Pero el ser, evidentemente no se hace común en la percepción, que es individual, sino en el logos” (Nicol, 2003, 81).

La razón de esta postura aparentemente irracional es que el conocimiento que tenemos de la naturaleza es incompleto; lo que sabemos no es perfecto pero es perfectible, no de un golpe sino poco a poco, con mucho trabajo y cayendo una y otra vez en falsas ideas de haber agotado la cuestión, de haberla comprendido en su totalidad. La verdad en la ciencia no sólo no es absoluta, sino que tampoco es permanente.
La propiedad designada como "verdad" es la medida en que las proposiciones corresponden a la realidad a la que se refieren, en vista de lo anterior, parecería aceptable que la polaridad "verdadero- falso" sólo es relevante a las proposiciones cuyo contenido forma parte de la naturaleza, de la realidad empíricamente verificable. El punto que nos interesa subrayar es que de todo lo que los seres humanos nos decimos unos a otros cada día, sólo una pequeña fracción cae dentro de la jurisdicción de la polaridad verdadero-falso; el resto puede ser inspirado, patético, torpe, emotivo, optimista, profundo, inquisitivo y hasta fantástico, pero no tiene (ni puede tener) relación alguna con la verdad.
El camino de la verdad CIENTÍFICA

Pero nuestro cuestionamiento central sigue sin ser definido porque aún no hemos dado con el camino de la verdad científica. Sólo hemos encontrado con dos tipos de opciones la popular y la científica, donde la primera esta supeditada a la segunda.
“La verdad de opinión es una forma compleja en la escala de los niveles de la verdad. En la representación, la verdad es eminentemente apofántica:[2] el ser representado es presentado, aunque la presentación, cuando es un concepto, implique una acción productora. En la verdad de opinión, por el contrario, lo predominante es está acción productora. Sin dejar de ser apofántica (pues de otro modo no se entendería), la opinión es más “poética”. Aquí el sujeto empieza a ocupar una posición de primer plano, porque la opinión expresa justamente la posición que se toma frente al objeto cuando se trata de explicarlo. Aquello sobre lo cual se opina debe ser, desde luego identificado en la opinión expresa, pero es sobre todo el sujeto quien se identifica así mismo, se da a conocer así mismo (aunque no hable de si mismo, aunque no sea el yo el contenido significativo de su intención comunicativa: nuestras opiniones nos definen o caracterizan). La representación objetiva sirve tan sólo de base para una relación dialógica en la cual cada uno de los interlocutores se expone así mismo al pro-poner su opinión. Por esto opinar es cosa expuesta.

Hay que responder las opiniones propias ante las opiniones ajenas. Como ellas son creaciones personales, nos representan. Pero hay que responder de ellas también, y sobre todo, ante las cosas mismas expuestas. (Nicol, 2003, 81).
En la comunidad científica el concepto de verdad es mucho más amplio no sólo se limita a la representación dialógica de quien lo expone y además la verdad de una proposición no es una propiedad absoluta sino relativa; depende del grado en que incorpore a la verdad universal.
Por eso la verdad de opinión es más expresiva que la verdad de la representación. La posesión compartida es la más firme y duradera, pues mientras cada cual pretenda tener la formula única de posesión, el ser se escurre en medio de la confusión de las opiniones dispares. (Nicol, 2003, 81).
Cuando se acepta que lo verdadero es solamente aquella fracción de lo que decimos que corresponde a la realidad y que el contenido de verdad de una proposición es precisamente el grado en que coincide con los hechos.
Y la forma de tomar posición frente a ellas es con el logos que es a la vez una representación personal y una representación de la realidad… La ambición de dar a las verdades en general una firmeza ontológica que tienen las cosas; o sea; poner el logos en correspondencia con el ontos. (Nicol, 2003, 81).

La resistencia a aceptar este concepto restringido de verdad proviene de las áreas del pensamiento humano que excluye, que son todas aquellas cuyo contenido no tiene contacto con la realidad de la naturaleza, como la filosofía, la religión, la demagogia y ciertos tipos de literatura fantástica y de poesía.

La ciencia se propone dar a sus opiniones una estructura en que se restablezca lo más posible la primacía jerárquica de la apófansis sobre la poíesis[3]. La verdad tiene que ser mostrativa o demostrativa (apofántica o apodíctica), o sea que se debe mostrar el ser, representarlo tal como es, y no representar solo al individuo que lo piensa.
Por eso, la ciencia resulta ser una mera reproducción, imperfecta pero perfectible, del mundo en que vivimos, y por lo tanto depende y se subordina en forma absoluta a su naturaleza y su estructura.
La ciencia representa el primer intento, el único en verdad, que ha hecho el hombre de implantar una comunidad racional del conocimiento (Nicol, 2003, 82).

En otras palabras, lo que queremos decir es que las verdades científicas de hoy no son descubrimientos definitivos de lo que está "ahí afuera", no retratos fieles y completos de la realidad, donde la esencia de la verdad científica siempre incluye elementos de incertidumbre, de modificación potencial, de plus ultra.

Disputar sobre el concepto es infringir el ethos de la ciencia, es regresar al nivel de la mera opinión. (Nicol, 2003, 83)

He aquí lo maravilloso de la ciencia, pues no permite nuevamente ir a la raíz de las cosas a través de la filosofía[4] a la esencia del ser para ser modificada la verdad científica, lo que en términos populares seria la evolución de la ciencia.

Ahora ya estamos en condiciones de decir cual es el camino de la verdad científica.

Nicol (2003) sostiene que el primer paso hacia la verdad científica es cuando los entes se ponen en duda a través de las evidencias, lo que pone en conflicto la opinión popular, como acto seguido, la ciencia se pone sobre ellas cuando se produce el asombro y se comprueba que la claridad de su simple presencia envuelve una oscuridad. Como acto seguido la observación recoge y crítica los hechos de la experiencia común y busca otros (investigación científica). Como tercer paso la actividad constructiva de leyes se inicia a través de la búsqueda de datos, el examen de las cosas y de sus relaciones que son guiadas con el fin de averiguar las leyes internas, las uniformidades y regularidades, estas leyes son también hechos comprobados, y su valor o vigencia depende de la verificación fáctica. Es en este instante cuando se separa de la doxa debido a que la investigación debe ser metódica para determinar la razón de las cosas. Se establece el logos con su intención comunicativa y su contenido significativo.

Finalmente se concluye con una agrupación coherente de las leyes, esta síntesis es lo que llaman una teoría y es la culminación sistemática de la pirámide de la ciencia. (Nicol, 2003, 87)

Para posteriormente ser transferida a la opinión popular y ser tomada como verdades científicas incuestionables. Hasta que nuevamente se presente el momento de una evolución.
CONCLUSIONES
Cuando un científico busca nuevas verdades en la ciencia se encuentra ante un camino difícil, primero el salir de la opinión popular, a través de ver lo que todos hemos visto, pero piensa lo que nadie ha pensado; o mediante el triunfo de la terquedad, o sea la obtención final de una respuesta adecuada a la misma pregunta repetida muchas veces, sea con la misma o con diferentes técnicas; o simplemente por un accidente fortuito, el hallazgo inesperado seguido de su interpretación sagaz, pero eso no basta. El siguiente obstáculo será como encontrar las leyes que articulen al logos con el ser y el sujeto.
Finalmente el articular varias leyes para conformar una teoría.
Hasta aquí el científico ha recorrido un gran camino, pero todavía no ha llegado a la verdad científica, falta la parte más importante y difícil, que es la aprobación de su trabajo por la comunidad científica. Este gran obstáculo en muchas de las ocasiones no es superado, debido a las opiniones personales de los científicos que coercionan las nuevas posturas, debido a muy diversos intereses diferentes del fin científico. Sólo basta echar un vistazo a la historia y la vida de varios científicos que en su tiempo sus trabajos no fueron reconocidos.
Si logran pasar todos estos obstáculos, la opinión popular estará gozando de una nueva verdad científica que habrá evolucionado el conocimiento en cuestión.


BIBLIOGRAFIA

ARISTÓTELES, (1964) “Poética”, en Obras, Madrid, Aguilar.
GARCIA, Ramón, (1997) Diccionario enciclopédico ilustrado Larrouse México.
LLEDÓ, Emilio (1991) “Sympatheia e historia del logos”, Varios Autores, Ética día tras día, Madrid, Trotta.
NICOL, E. (2001). Los principios de la Ciencia. México, Editorial FCE.
MUÑOZ Carlos,(2006) La definición formal de verdad de Alfred Tarski. Extraido el 6 de junio del 2006 de: http://www.ucm.es/info/pslogica/verdadtarski.pdf#search='Alfred%20Tarski'
PÉREZ, Ruy (2006) ACERCA DE MINERVA, Extraído el 6 de junio del 2006 de: http://biblioteca.redescolar.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen1/ciencia2/40/htm/minerva.htm


[1] GARCIA, Ramón, (1997) Diccionario enciclopédico ilustrado Larrouse México. 32p.

[2] Nicol (2003) señala que es la presencia de algo real.
[3] La poíesis, sustentada en el eikós (verosimilitud), concilia los extremos platónicos entre verdad y falsedad, para introducir una idea tan flexible como la vida misma, próxima al mundo real, poesía atada al lógos pero abierta a la fantasía. Porque el lógos, “...es un límite entre el universo de la naturaleza y de la cultura” (Lledó, 1991, 225).
Una poíesis que en la physis es causa que hace que lo que no es, sea, un brotar espontáneo, y en la cultura un saber hacer humano (Tekne), un arte: modo de hacer, destreza, sistema, método, código de normas y estilo. Aristóteles introduce una dicotomía que no existía en su sentido originario como poíesis-tekne, entre poesía y arte.
[4] Nicol (2003) llama a la filosofía a una modalidad de opiniones, que no son científicas, pero tampoco son vulgares. Opinar hemos dicho que es tomar una posición frente a una realidad.

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